El giro
Se ha abierto, definitivamente, una nueva dinámica en la
política europea.
Podríamos decir que asistimos a una primera derrota del
neoliberalismo desde que comenzó la crisis del euro. Una derrota provocada por
la decisión soberana de la sociedad francesa, que ha renegado del
neoliberalismo en una de sus figuras más emblemáticas. Muchos dirán que se
termina el tándem de poder franco-alemán, y con él las políticas de ajuste que
se han venido imponiendo al resto de gobiernos de la zona Euro. Precisamente, el
candidato socialista francés llega al poder enarbolando la bandera del
crecimiento económico como solución alternativa
a la austeridad y los ajustes. Podríamos decir que se ha producido un
cambio de sentido en Europa. Un cambio que deberá consolidarse el año que viene
en las elecciones alemana, y que supondrá, por fin la apertura de un horizonte
mucho más alentador para la política de esta Europa cada vez más
interdependiente, que tal vez nos lleve a una salida más justa y social de la
crisis.
No obstante, se hace necesario matizar algunos aspectos al
respecto de este supuesto cambio político europeo. En primer lugar, no debemos
olvidar que asistimos al relevo de otro de los líderes de la crisis; otro que, en
la estela de tantos otros dirigentes europeos, ve desvanecerse su cargo por
estar en el lugar equivocado en el momento equivocado. No debemos olvidar que no
hace ni medio año que los españoles optamos por un neoliberalismo salvaje,
llegando casi a enterrar a la izquierda por creerla muerta. Esta misma
izquierda ahora se alza victoriosa en el país vecino, por lo que la contradicción
está servida.
En esta misma línea también es paradigmático el caso de
Grecia. El país más castigado por la crisis se distancia de los dos partidos
mayoritarios, habiendo conocido ambos un gobierno de crisis, y opta por
soluciones alternativas. Esto desmiente el mito de un posible “giro a la
izquierda” europeo; y es que, por el momento solo la Europa del gran capital es
homogénea, y las diferentes realidades de los diferentes países reflejan que
las dinámicas políticas de centro y periferia son radicalmente distintas.
Debemos conceder a la victoria de Hollande la importancia
que tiene: en este momento, Europa está enredada en una dinámica donde lo que
se decida en los centros europeos va a tener preferencia sobre cualquier
decisión estatal. Un cambio en uno de los países con mayor poder de decisión
traerá sin duda un cambio en la política económica europea.
La izquierda
El segundo aspecto sobre el que cabe llamar la atención, es
la ya comentada bandera con la que Hollande llega a la presidencia de la vecina
república: el Crecimiento. Esto no nos dice demasiado. No nos dice si, por
ejemplo, va a frenar en seco el ciclo de privatizaciones con el que ya venía
colaborando la socialdemocracia europea antes de la crisis, o simplemente va a centrarse en una política activa de
estímulo de la actividad económica. No nos dice si va a haber un cambio de
rumbo en lo que se refiere a la política de inmigración, o si se va a permitir
que siga extendiéndose la xenofobia que parece contagiarse entre la sociedad
francesa. Tampoco nos dice si va a haber un verdadero cambio en las
instituciones europeas, o va a continuar el escaso control democrático sobre el
poder del Banco Central Europeo y sus profetas del neoliberalismo que niegan
cualquier intervención activa que ayude a la economía pública de los Estados.
Por supuesto, no habla de mayor democratización, ni de control de los Bancos.
Tan solo se habla de crecimiento. Una palabra que, entre la izquierda francesa previa
a la crisis tenía un significado mucho más negativo, pero que ahora parece ya
olvidado*.
Con la palabra “crecimiento” se remite, necesariamente, al
modelo económico que dominaba Europa antes de la crisis: el de la expansión económica
indiscriminada. Un crecimiento económico que permite una mejora de las condiciones
de vida de las clases medias, pero
también trae consigo la opacidad y el aumento cada vez mayor de los privilegios
de las clases dirigentes: servicios públicos a cambio de sueldos
multimillonarios. Pero sobre todo, este crecimiento económico trae consigo una
consecuencia aun más desastrosa: el aumento de la presión sobre el planeta,
tanto sobreexplotación de los recursos naturales, como contaminación del entorno,
o como explotación de las poblaciones de otros países.
Europa busca salir de la crisis por el crecimiento. Un crecimiento
para el que necesitará un sector de mercado, un trozo de planeta del que
extraer los recursos, y otro sobre el que verter los residuos. Precisamente
ahora, que los BRIC, las nuevas potencias emergentes, han aumentado su demanda
de trozo de planeta, aprovechando el retroceso de las antiguas potencias
económicas.
Una derrota del neoliberalismo será siempre beneficiosa, y
la moderación de la política de ajuste de servicios públicos también. Pero para
salir de esta crisis estructural en la que estamos metidos, no nos sirve la
socialdemocracia, no nos sirven las soluciones keynesianas de los 50, y por
supuesto, no nos sirve el crecimiento.
“Cualquiera que crea que el crecimiento exponencial puede
continuar indefinidamente en un mundo finito, es un loco o un economista.”
- Kenneth Boulding
*La Decroissance,
Decrecimiento en español, es una corriente de pensamiento económico y social,
surgido en Francia, y que ganó una importancia creciente en los años previos a
la crisis. Esta corriente busca el progreso hacia un nuevo modelo económico no
basado en el crecimiento indiscriminado e insostenible, sino en una
simplificación de la economía y la sociedad.