jueves, 8 de noviembre de 2012

El grito de la mente crítica


Cuando observas la realidad con un ojo crítico, aprendes a ver el mundo con otra perspectiva.
Se trata de ver el mundo con otra óptica, observando causas, consecuencias, procesos a largo plazo.
Cuando miras a la sociedad con esta mirada crítica, y piensas en los cinco millones y medio de parados, no piensas: "que mal esta el país". Sabes que esos parados tienen un origen, en la especulación y el ansia de riqueza, que les ha hecho pagar por los errores que otros han cometido.
Cuando miras de esta forma a la política, y ves que el partido del gobierno desangra continuamente a una población que ya sufre, no piensas "la política no sirve para nada". Sabes que ese gobierno tiene su origen en el miedo, además de en una cultura política basada en la inercia, la despreocupación, y en no calibrar las consecuencias políticas de un acto tan simple como votar, o no hacerlo.
Cuando observas detenidamente la economía y ves que los pobres cada vez son más pobres y los ricos cada vez más ricos, no piensas "eso ya se sabe y nunca va a cambiar". Piensas que es el macabro fruto de un sistema injusto, en el que contribuimos todos, por acción u omisión; en el que cada moneda de más que los ricos gastan en sus restaurantes, coches y viajes, es una moneda que se quita de la boca del resto.
Cuando eres consciente de todo esto, surge la indignación, la protesta; y "la sociedad" o "el mundo" reciben el nombre de capitalismo, y eres consciente de que existe la injusticia.
Pero todo cambia el día en el que a esos cinco millones y medio de parados se les añade uno mas. Todo cambia el día en el que hay una familia más en el camino del empobrecimiento. Todo cambia el día en el que te quitan esa moneda que te ibas a llevar a la boca, y contemplas, sin poder hacer nada, como otro se lo gasta en lujos, usurpados sin pudor ni vergüenza, ostentados con desprecio.
Todo cambia el día en que el parado eres tú, y la moneda es tuya.
Ese día el que observa críticamente la sociedad deja de ver el sistema como capitalismo, con los ojos de la indignación y la injusticia. Deja de pensar que el mecanismo de reparto de la riqueza es completamente desigual, que el paro esta causado por los intereses del sistema, o que la política es decadente.
Sencillamente, para él el sistema es ahora barbarie.
Para él, el paro, el empobrecimiento y la tristeza, engendros de la barbarie, consecuencias de un sistema que solo se expresa en términos de violencia, de desprecio y de egoísmo, son ahora bestias que arañan la puerta de su casa, que amenazan con entrar, y que empiezan a colarse poco a poco en su realidad vital.
En ese momento, ya no hay lugar para la indignación. Lo que antes era percepción consciente e interiorizada de la injusticia se transforma ahora en pura y desbocada rabia, en ganas de acometer contra todo, de destruir todo lo que es injusto y genera dolor e injusticia.
Ante la violencia del sistema, el que la sufre sin saber de donde viene esa violencia siente miedo y angustia. Pero el que la sufre y además comprende de donde viene, el que es capaz de reconocer a quien está provocándole dolor, ya no se acobarda, sino que alza la voz y grita, en una exclamación de ira desatada, de rabia, de rebelión.
Este grito rompe los oídos de quienes están alrededor. Suena muy fuerte, molesta, sobrecoge. Ya no es un enunciado que analiza, es un grito que se expresa con palabras de rabia, que busca la destrucción de aquello que odia. Este grito es violento, radical, y no admite réplicas.

No obstante, no se debe culpar al que grita. Este grito, en realidad, no tiene su origen en el oprimido. Es la cristalización de la violencia que la barbarie ha sembrado en él. Es sencillamente la reacción completamente natural y necesaria, fruto de esta violencia, y que demuestra que en el oprimido aún queda algo de humanidad. El oprimido, como simple receptáculo de la rabia, tan solo actúa por un condicionamiento natural.
No se le puede reprender el grito.

1 comentario:

  1. Tienes toda la razón al establecer diferencias de cuando tienes conocimiento teórico sobre un problema a cundo se transforma en una cuestión personal y cotidiana. Pero por desgracia de entre esas personas paradas la mirada generalizada no es la del ojo crítico, si todas usaran el grito y el derecho a pataleta que describes, las calles podrían retumbar verdaderamente en las manifestaciones y demás. Lo malo a mi juicio es cuando el miedo paraliza y las necesidades del día a día eclipsan el futuro. Es muy interesante la forma en que propones canalizar los sentimientos porque si quienes sufren reaccionaran de esa forma se podría potenciar un cambio mayor. En fin, triste realidad la que ha llegado a un país como España que se creyó desentenderse de malos tiempos pasados y que se encuentra como otros en un proceso de retroceso, quien sabe si se establecerá un nueva categoría: países en vías de subdesarrollo.

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