lunes, 20 de enero de 2014

Prohibido levantarse de la mesa

A raíz del órdago lanzado por el humilde Pablo Iglesias este fin de semana, se ha planteado un amplio y acelerado debate que esta haciendo temblar a IU hasta los cimientos (las bases, en este caso). Ante este aluvión de comentarios y posiciones encontradas, creo que me toca lanzar la mía, como militante de una organización de la izquierda transformadora, amigo y compañero de lucha de muchas militantes de IU, pero sin ningún vínculo, por el momento, con la organización, más allá que el que me da la simpatía por su proyecto y por la gente que le da vida día a día.
La vía que ha seguido Pablo me produce reservas desde el primer momento: por el mesianismo, por lanzarla a los medios de comunicación, directamente a la masa, en lugar de proponerla  a las organizaciones con las que busca converger, y por traer una organización, y unas afinidades, ya configuradas. Tengo en cuenta que esto responde a una tàctica concreta, a la realpolitik, que está tan de moda ahora, a la urgencia de la situación, pero ello no quita que pueda lanzar mi crítica al proceso.
Sin embargo, la sola idea de un frente común de la izquierda no puede dejar de producirme –y producirnos, a muchas- una tímida sensación de esperanza, que acude a mi mente cada vez que leo o escucho algo sobre el paro, sobre los desahucios, sobre la ley del aborto, la ley de seguridad ciudadana, la privatización de la sanidad y de la educación, los recortes en dependencia, los bancos, el capitalismo, en general. La imperiosa necesidad de una solución a la situación actual, el sufrimiento diario de nuestra gente, nos hace aferrarnos a un escenario que –lo siento- se muestra más realista a la hora de tomar el poder que una candidatura de IU en solitario. No hablo ya de Podemos, sino de un movimiento o plataforma electoral que aglutine tanto a la izquierda política como a los movimientos sociales que han surgido o han cobrado fuerza a través de la crisis, y mediante los que se han movilizado cientos de miles de personas que hace 5 años estaban trabajando, estudiando, o en el sofá de casa tan felizmente. Porque pienso que esa es la única vía posible para tomar de verdad el poder: con una mayoría amplia, que permita dar una solución a la vez social y política a los problemas que he nombrado antes.
Por eso pienso que hay que sentarse a negociar. Y lo primero que hay que decirle  a Pablo es: baja los humos y cuenta con las organizaciones con las que quieres converger. Aquí nadie es mesías de nadie y todas llevamos mucho tiempo dando el callo para cambiar las cosas y construir proyectos comunes. Sin embargo, que esta diferencia de posturas inicial no nos lleve a decir: aquí no se puede hacer nada, esto está mal hecho desde el principio, y levantarnos de la mesa e irnos. Pienso que eso sería inaceptable, el último fallo de la izquierda, que dejaría la puerta abierta a la barbarie capitalista, ante la imposibilidad de enfrentarla con un instrumento eficaz.

El proceso me genera contradicciones, como a todas. Pero hay una única cosa que tengo clara: que la sociedad necesita este frente. La gente necesita esperanzas, y una esperanza coherente y fundada en el trabajo, y no en la propaganda. Pienso que tanto IU como Podemos, como el resto de organizaciones, plataformas, sindicatos y mareas deben converger, sentarse a construir juntas. Y pienso que no podemos levantarnos de la mesa, bajo ningún concepto, sin haberlo hecho. Como militantes, se lo debemos a la sociedad para la que decimos trabajar. No está permitido abandonar hasta que no se haya convergido en un proyecto que represente una esperanza real para una sociedad que lleva mucho tiempo sin poder creerse nada.